El impacto de COVID-19 ha cambiado la realidad de muchas familias de manera radical. Si bien se han enfrentado desafíos económicos y sociales, esto también ha sido un incentivo para pensar de forma creativa y hallar nuevas oportunidades de crecimiento. A continuación, veremos un ejemplo de cómo este fue el caso para el proyecto Semillitas de Cristo.
Así como muchos otros proyectos, el proyecto Semillitas de Cristo, ubicado en el estado de Chiapas, ha estado entregando despensas a las familias cada mes. Sin embargo, para promover seguridad alimentaria de largo plazo, también iniciaron una intervención para educar a la comunidad acerca de cómo producir su propia comida orgánica. Desde mayo de 2020, el proyecto ha previsto pollos, cerdos, o cabras para criar y distribuido semillas de vegetales a las familias más vulnerables.
“Necesitamos ser sostenibles. El COVID-19 ha creado una crisis alimentaria y económica y la mejor forma de preparar a las familias es apoyándoles para que puedan producir ellos mismos su comida,” comenta Raquel, facilitadora de sociedad.
Además de la situación actual por la pandemia, uno de los principales desafíos que había estado enfrentando la iglesia implementadora del proyecto, era el alto consumo de comidas procesadas, y en consecuencia, aumentos en colesterol elevado, diabetes y otras enfermedades del corazón. Por eso, esta iglesia tiene como objetivo promover una cultura de sana alimentación y cambiar la mentalidad de las generaciones más jóvenes.
“Con el COVID-19 se presentó una oportunidad que vino a decirnos ‘ustedes pueden lograrlo’. Se pudo haber realizado anteriormente, pero ahora más que nunca era el momento de implementar esta iniciativa,” dice Raquel. Por medio de esta intervención, 230 familias del proyecto han sido bendecidas con pollos para criar en casa.
SAYURI Y SUS POLLITOS
Una de estas familias es la de Sayuri, de 11 años. En junio, su familia recibió una gran sorpresa
cuando el tutor del proyecto les preguntó si querían criar a doce pollitos. Una gran sonrisa iluminó el rostro de Sayuri al escuchar a sus padres decir que sí. Sabía que los pollos harían una gran diferencia ya que sus papás estaban teniendo dificultad en proveer el alimento diario.
El padre de Sayuri, Agustín, es mecánico y con el impacto de la pandemia, su trabajo había decrecido. “Estos días, mi esposo no ha tenido trabajo, pero con el apoyo que nos han brindado, ahora podemos tener un ingreso diario,” comentó María, madre de Sayuri.
Sayuri y su hermana de 10 años, Saori, han sido parte del programa de patrocinio desde que tenían 3 años. Ambas esperan con ansias poder regresar presencialmente al proyecto. “Realmente disfruto ir al proyecto ya que nos enseñan mucho acerca de la Biblia y de Dios. También he hecho muchos amigos y los extraño mucho,” dice Sayuri
“El asistir al proyecto ha beneficiado mucho a mis hijas. Prefiero que estén ahí aprendiendo más acerca de Dios y desarrollando nuevas habilidades, a que no estén haciendo nada favorable para su crecimiento,” dice María.
Poco tiempo después de recibir los pollos, María ha podido percibir el gran beneficio que estos animalitos han traído a la vida de las niñas. “Mis hijas sin duda se han vuelto más responsables y conscientes de la importancia de trabajar juntos en la casa,” comenta.
Sayuri concuerda, “Lo que más me gusta de tener nuestros pollitos es que nos ha ayudado a ser más responsables. Los hemos cuidado desde que estaban pequeñitos. Hacemos nuestro mejor esfuerzo en mantenerlos vivos dándoles de comer, protegiéndolos y limpiando su espacio. Cuando estaban bebés era más difícil cuidarlos. Teníamos que protegerlos de la lluvia porque no queríamos que se enfermaran, y cuando el sol salía, los teníamos que sacar otra vez,» dice Sayuri.
“Amamos a nuestros pollos. Nuestros favoritos se llaman Amarillita y Cenicita. Ya queremos que empiecen a poner huevos,” dice Saori. “El proyecto nos ha ayudado mucho, dándonos estos pollos, despensas, regalos, y el conocimiento del Evangelio. Sin duda alguna, mi familia y yo somos muy bendicidos.”
Sayuri, Saori y su madre se levantan cada mañana a las 6 am a cambiar el agua y alimentar a los pollitos. Cuando María tiene otras responsabilidades, la niñas se encargan del cuidado de los pollos. Esta es una actividad que también las ha entretenido ahora que sus actividades regulares se han detenido.
“Es una tarea que demanda mucho compromiso, pero al mismo tiempo, ha sido una experiencia enriquecedora,» dice María.
Historia por: Daniela Velasco